viernes, 27 de abril de 2012

Vigentes, las antiguas demandas del campo


A pesar de la “Revolución Mexicana” y la retórica de los gobernantes, el campo sigue pobre. A 102 años de iniciada esta revuelta social, y a 93 años de la muerte del “Caudillo del Sur”, las demandas del campo siguen pendientes, haciéndose necesario un nuevo Emiliano Zapata y un urgente Plan de Ayala para el siglo XXI.
El Plan de Ayala, estandarte de la ideología campesina, exige una reforma agraria radical para que la tierra sea de quien la trabaja. Para Zapata, la guerra no terminaba con el derrocamiento del porfirismo, sino con el cumplimiento del objetivo del pueblo campesino: la devolución de las tierras robadas a los campesinos e indígenas por los hacendados millonarios.

Para el siglo XXI, las demandas del Plan de Ayala siguen siendo las mismas. Surgido de los movimientos campesinos, señala que el derecho a la tierra debe garantizarse a todas las comunidades campesinas y debe frenarse el despojo de terrenos agrícolas a indígenas que ha sucedido en lo últimos 30 años y más en la última década.

Por otra parte, México carece de soberanía alimentaria al tener que importar cada vez un mayor volumen de granos, frutas y productos comestibles; el Plan de Ayala propone producir alimentos propios a partir de la agricultura campesina, sin depender de los productos de otros países.

El derecho a la alimentación, al trabajo asalariado y por cuenta propia, a que los jornaleros tengan un salario digno, a sindicalización independiente, a la vida digna para las familias de los jornaleros agrícolas, a salud y seguridad social, son garantías básicas de este plan para el siglo XXI.



Además considera el derecho a no migrar y de los mexicanos en el exterior para que tengan respeto a sus derechos humanos. Integra los derechos de las mujeres y los jóvenes del campo, que son sometidos a condiciones de inequidad extremas, sin perspectivas ni futuro.

Es en el campo donde se sufren las mayores violaciones a las garantías individuales y colectivas, donde a las autoridades les parece que no hay ciudadanía, solo carne de cañón de partidos políticos y grupos de poder. Por ello el Plan de Ayala urge al reconocimiento a los derechos de los pueblos indígenas del país y una verdadera autonomía territorial y gobierno de los pueblos indígenas en el marco de un estado pluricultural y multinacional.
Pero este nuevo Plan de Ayala no es considerado en las propuestas de los candidatos presidenciales derechistas: Por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), Enrique Peña Nieto plantea la misma política neoliberal tan dañina para el campo, concentrando su interés y compromiso con una minoría de grandes agricultores comerciales y manteniendo su alianza con los monopolios agroalimentarios internacionales.

Su propuesta es que México siga dependiendo de las importaciones de alimentos de Estados Unidos, sin reconocer los derechos de los campesinos ni su capacidad como sujetos productivos, apostando a los programas asistenciales; lo mismo que el Partido de Acción Nacional (PAN).

La única opción de cambio, es con el candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador, que ha asumido el compromiso con las necesidades campesinas. En caso de ganar las elecciones, esta dispuesto a llevar a la práctica este plan para rescatar al campo y la soberanía alimentaria de México.

En su política de gobierno para el campo propone el cumplimiento del Plan de Ayala para el siglo XXI, una alianza con el sector productivo y no con el sector de monopolios agroalimentarios, precios mínimos garantizados, prohibición de la siembra y comercialización del maíz transgénico, la defensa de la diversidad de los maíces antiguos mexicanos y la prohibición de trabajo agrícola infantil.

Con los campesinos e indígenas como imprescindible reserva social y económica, con inversión para el trabajo a nivel industrial de los terrenos agrícolas en conjunto, para beneficio de todos y no de unos cuantos, es posible lograr la reconstrucción del país.


Fannia Cadena

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