Tormenta en medio de la tempestad
Por Rubén López Pérez, corresponsal de Madrid.
Nos encontramos en pleno ecuador de la vorágine de “clásicos” que están viviendo el Real Madrid y el Barcelona. Ya se celebraron dos de los cuatro choques que protagonizarán estos dos equipos. Dos encuentros que han decidido dos de las tres competiciones que se juegan entre ambos equipos.
Curiosa repetición del número “dos”, más oportuno imposible, ya que son dos los equipos que se disputan las competiciones españolas, y en ocaciones las internacionales. Prueba de ello es la distancia evidente entre estos dos clubes y el tercer clasificado de la Liga BBVA. El pasado sábado, el Real Madrid, segundo y a ocho puntos del líder, le endosó nada menos que seis goles al un dormido Valencia que solo pudo observar como la maquinaria madridista (de suplentes) rodaba a todo vapor y llevaba por delante a un equipo de “Champions” con todas las de la ley. Los Ché reaccionaron, eso sí, y consiguieron marcar tres goles al equipo merengue, pero esos goles no reflejan la verdadera diferencia real que hubo entre ambos equipos.
Dejando este tema para otro momento, como comenté, dos competiciones solventadas, La Liga que a falta de confirmación matemática, pondrá rumbo a la ciudad condal y la Copa del Rey, que con accidente incluido ya luce en las vitrinas del estadio Santiago Bernabeu.
Como muchos dicen, “ahora viene lo bueno”. Llega la eliminatoria de Champions, el penúltimo paso para ganar la “orejona” que todos quieren tener en su palmarés y tomar el testigo de manos del Inter de Milán para volver a ser el “rey de Europa”.
Lo curioso es ver como está ocurriendo algo que no ha sucedido en los dos anteriores choques y que está conmocionando a los aficionados de ambos cuadros. A lo que me refiero es a la brutal lucha verbal que están manteniendo los entrenadores de los dos equipos. Por parte de José Mourinho no sorprende. El portugués siempre tiene alguna declaración preparada para caldear el ambiente antes de un partido importante, de los que le gustan a él. Lo que sí que sorprende es la actitud, hasta hoy desconocida, del Pep Guardiola.
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