¿Verde del planeta o verde del billete?
Por Fannia Cadena.
La más reciente Cumbre sobre el Cambio Climático, celebrada a finales de 2010 en Cancún, no sirvió más que para reafirmar la postura de los países que son los principales emisores de bióxido de carbono y de las transnacionales que más propician el calentamiento global. El resultado de esta conferencia no cambio nada: Estados Unidos, China, la Unión Europea y Japón se niegan a reducir sus emisiones contaminantes.
Gobernantes y empresarios –que de hecho son lo mismo-, son atraídos a la órbita de competencia por el desarrollo industrial y económico. Las ganancias de las empresas se convirtieron en la máxima aspiración. En los que menos se piensa es en renunciar a las comodidades, los lujos, al derroche de combustibles y el desperdicio de recursos naturales.
Las comodidades de la civilización y la locura de la competencia, son la raíz de las degeneraciones climáticas y ambientales del planeta, de las que todos se quejan. Tal como hoy están estructuradas las sociedades del mundo, no restan muchos años más en los que, al menos la población mundial más rica, sobreviva con una calidad de vida digna. Nada mejor se puede esperar en los países subdesarrollados en los que la miseria, la hambruna, enfermedades y los daños por los desastres naturales son un problema endémico.
La clase empresarial no se plantea utilizar otro combustible que no sea el petróleo, porque implica cambiar los modos de producción e invertir en los nuevos. Tampoco promueven otro tipo de energía como la eólica, solar, geotérmica oceánica o cinética. No existen políticas públicas para hacer uso más racional de los medios de transporte, no hay un control gubernamental para recortar el gasto público en el consumo de energía eléctrica, menos aún para regularizar a los grandes contaminantes como fábricas, plantas eléctricas o transportistas.
Actualmente se prefiere lo inmediato, lo que cueste menos trabajo, lo que tarde menos tiempo, aunque las consecuencias sean visibles después. Ya se pensará qué hacer entonces. Los beneficios inmediatos por las inundaciones y sequias futuras. Un minuto por una vida, todo sea por las cuantiosas ganancias.
Aún sabiendo que gobernantes y empresarios no hacen caso a las recomendaciones ecológicas, la ciudadanía puede tomar medidas ante este problema. Si las grandes transnacionales y fábricas mundiales no se interesan en usar otro tipo de material menos contaminante para envasar sus productos, lo que si pueden hacer los consumidores es “darles en la torre” a las empresas de los productos hechos o contenidos en plástico, dejando de comprarlos.
Sin embargo, es urgente un giro en las formas de producción y de consumo a nivel mundial, ya que los ciudadanos pueden disminuir en lo posible su generación de basura y contaminantes, pero la mayor contribución será cuando en los expendios y tiendas comerciales ya no predominen los plásticos. Si se elimina este material desde que sale de la fábrica, los consumidores no generarán ese tipo de basura contaminante. Los ingenieros de los materiales pueden y deben inventar algo que sí sea biodegradable.
Por lo pronto si las personas se concientizan y usan menos los electrodomésticos (que para generar la electricidad con la que funcionan, las centrales térmicas producen toneladas de bióxido de carbono), los carros (en Brasil miles de carros usan alcohol de caña en vez de gasolina, más barato y menos puerco), las bolsas de plástico y con ello se renuncian un poco a las comodidades inmediatas, se evitará que empeore el mundo y se vuelva inhabitable, pobre y cruel.
No hay que perder de vista que para las generaciones que vienen, que serán los hijos y nietos de la población joven actual, podrían tener un futuro sin calidad de vida si no dejamos de joder al planeta.
finisimos comentarios, has dejado muy claro que las cumbres sirven pa ni ma... aqui el asunto es que como en casi todo, el cambio debe venir de nuestras casas, hagamos conciencia pero de nada servira si solo lo lamentamos y no actuamos...
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