martes, 8 de marzo de 2011

EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA

Especulación alimenticia y autos hambrientos

Julieta Arias Vázquez.

Los alimentos están caros, hambrientos los carros, sedientos los especuladores. No sólo nos hallamos en un contexto de crisis económica, sino también de crisis alimentaria. Los culpables de ambas crisis son, en gran medida,  los especuladores. Según la FAO el alza de los alimentos batió un nuevo récord en febrero pasado, por octavo mes consecutivo. En cuanto a los cereales básicos como trigo, arroz y maíz subieron un 3.7 por ciento en febrero, su nivel más elevado desde 2008.

Comparto lo que dijeron en Washington los “buenos” del FMI, esos que se dedican a estrangular países a base de créditos, cuando declararon que esto es  “extremadamente preocupante” para “los habitantes más pobres del planeta”. Lo que no han dicho los banqueros del mundo es que es la lógica neoliberal y la desregulación de los mercados alimenticios son culpables de que los alimentos suban de precio. Al igual que en el sector financiero, en el sector alimentario también se especula. Así lo han dictaminado en el Parlamento Europeo el pasado 18 de enero, al afirmar que “los movimientos especulativos son responsables de casi 50 por ciento de los recientes aumentos de precios”. El alza en los precios de los alimentos se deben a la volatilidad alcanzada en éstos atribuíble a los llamados “contratos de futuro”, que vinculan al mercado agrícola con el financiero,  advierte una investigación de la FAO y también la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Un contrato de futuros es un acuerdo que obliga a las partes a comprar o vender  en una fecha futura y determinada, con un precio establecido de antemano. Osea, apostar y especular. Los mismos organismos citados afirman que los contratos de futuro subieron exponencialmente durante la primera década de este siglo.

Volviendo al tema de los autos hambrientos, encontramos a otro culpable de la subida de precios de los alimentos: el uso de cereales para producir etanol, sustituto de los combustibles fósiles para dar de comer al carro. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (Usda) anticipó el pasado 12 de febrero que durante el próximo ciclo la industria de los biocombustibles consumirá cerca del 40 por ciento de la cosecha estadounidense. Para los propios ganaderos representa mayor ganancia producir maíz para etanol que para consumo humano. Defensores del uso del biocombustible lo quieren vender porque es “verde”. Sin embargo la razón de su auge es meramente económica. El etanol es rentable, mientras que parece que luchar contra el cambio climático no lo es.

Las repercusiones para México son claras, si se tiene en cuenta que desde la imposición del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, México importa una gran cantidad de maíz – incluso transgénico-  producido en Estados Unidos. Además de todo esto, el incremento de los precios del petróleo impactan en el coste de bienes agrícolas, como los fertilizantes y el transporte.

“Algunos grandes importadores almacenan existencias más allá de las necesidades normales de los países, lo que añade incertidumbre y volatilidad a los mercados”, afirmó el economista de la FAO  Abdolreza Abbassian. Oportunidades de negocio para unos pocos, y consecuencias para la mayoría, que ven incrementada la cesta básica de alimentos. No hay escasez de alimentos. Simplemente hay especuladores que tienen reservas de cereales bien guardaditos para poder obtener ganancias cuando lo consideren oportuno.

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